Universidad Ricardo Palma

El patrimonio cultural, tanto material como inmaterial, constituye la herencia cultural de los pueblos y permite la cohesión de la sociedad respetando vínculos del pasado con el presente y el futuro. Para Choay, se trata de un concepto dinámico en constante transformación por la condición cambiante de la sociedad en su adaptación al proceso del desarrollo. Su potencial cultural es tal, que contribuye a una revalorización constante de la cultura y la identidad manteniéndola vigente para el reconocimiento de las diferentes generaciones, contribuyendo con ello a fortalecer el sentido de unidad y pertenencia a un territorio. En tal sentido, el respeto a las diferentes culturas y su producción exige una aproximación desde los derechos humanos y el respeto a la diversidad cultural.

La capacidad de la sociedad en su entendimiento de los valores que estos bienes tienen, los convierte en patrimonio y en referentes históricos que adquieren un significado simbólico, haciéndolos trascender de un mero hecho histórico a lugar de memoria. Una memoria viva, un espacio con vínculos afectivos que evocan el pasado y se mantienen vigentes en la actualidad. En ese camino la Carta de Venecia (1964) exige que el patrimonio se mantenga útil para la sociedad. Lo ideal es que más allá de ser recuperados como objetos museales o caigan en el olvido, el patrimonio debe ser capaz de trascender para ser apropiado por la sociedad que interactúa con él y lo resignifique para constituir una expresión cultural que se impregna en la memoria colectiva.

Las últimas décadas del siglo XX se han caracterizado por continuar con la tradición de recuperación del patrimonio de acuerdo a las cartas internacionales de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO) más aún en el caso del patrimonio de la humanidad y la necesidad de velar por su proyección a futuro. En esta perspectiva, el turismo ha contribuido notablemente en la difusión del patrimonio, su conservación, restauración y puesta en valor para recuperar la memoria de los pueblos, deviniendo en activo vivo. Sin embargo, esta encomiable tarea se vio mermada por la pandemia del COVID-19 declarada por la ONU el 30 de enero del 2020. Esta situación exigió a los estados la toma de medidas drásticas como la cuarentena obligatoria y el aislamiento social que afectaron la dinámica de la población.

Si bien antes de la pandemia existían amenazas como riesgo para el patrimonio como la globalización, la lucha de los pueblos por recuperar pasajes de su historia y lugares de significado como parte de una memoria colectiva, con la pandemia, el contacto con el patrimonio, el espacio público y colectivo entraron en receso. La vida desde el interior modificó lazos, creó otros vínculos, afectó la industria de la cultura y del turismo, pero ¿en relación al patrimonio y la memoria? podría decirse que devino en añoranza para aquellos que ya habían tenido contacto previo con su patrimonio. El proceso de inmaterialización producto del desarrollo tecnológico, al que se refiere Carlos Cortés, ha hecho de la virtualización una alternativa para acercar al público con su patrimonio. Esta práctica se hizo sustancial en muchos museos a través de recorridos virtuales, páginas web y webinars. Se espera que, al retomar sus prácticas, la industria turística cultural, el patrimonio, recupere el contacto con el público, se vuelva un agente activo para la consolidación de una memoria colectiva y aproveche, como legado de la pandemia, las herramientas tecnológicas y la virtualización como aliados para mejorar la experiencia patrimonial.