En las últimas décadas, académicos y profesionales han manifestado su preocupación por la “crisis de las humanidades”, expresada en la poca presencia de las materias humanísticas en los planes de formación y en el crecimiento de una enseñanza con un acento fuertemente utilitarista. La invisibilización del aporte de las humanidades en la enseñanza, y especialmente su poca presencia en la educación superior, puede manifestarse en una ciudadanía poco comprometida con su entorno social. Por otro lado, el mal uso de la tecnología y la desmedida voracidad económica han creado las condiciones para que se desplace la centralidad de la persona y predomine una visión mecanicista e instrumental de ella.
La alianza entre la academia y los gobiernos locales debe ofrecer recursos para el crecimiento personal, brindando la posibilidad de mejorar la calidad de vida, promoviendo valores tales como el respeto, la corresponsabilidad, la solidaridad, la justicia y la igualdad. Estos valores abonan en favor de una convivencia inclusiva y sostenible. Ambos están llamados a ser el espacio para la reflexión y la acción para una cultura nueva.